Mientras el país asiste a un ajuste brutal, la universidad pública se sostiene como puede. Lo que se discute hoy no es una cifra más en una planilla de Excel, ni un conflicto sectorial: es el destino de uno de los pilares más potentes de la democracia argentina. El 26 y 27 de junio, docentes de todo el país paran y marchan, con una consigna tan clara como urgente: sin presupuesto no hay universidad, y sin universidad no hay futuro.
A esta altura del año, el presupuesto universitario ha sufrido un recorte real que ronda el 71%, si se compara con la inflación acumulada. Las consecuencias son palpables. Más de 7.000 docentes han renunciado a sus cargos desde el inicio de la gestión actual, empujados por salarios que, en muchos casos, no superan la línea de pobreza. Se enseña por vocación, pero también se necesita comer. El informe presentado por el Consejo Interuniversitario Nacional da cuenta de esto. El presidente del CIN, Oscar Alpa, rector de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam), señaló que «en el problema universitario está en juego el futuro de la Nación».
La respuesta del gobierno nacional ha sido el silencio o, peor aún, la estigmatización. Desde el poder se ensaya una narrativa que intenta desacreditar a la universidad pública, tildándola de adoctrinadora, ineficiente o privilegiada. Sin embargo, la realidad desmiente el discurso: el 78,9% de la población —según la última encuesta de Zuban Córdoba— valora positivamente el rol de las universidades públicas y reconoce su impacto social, científico y cultural. Es decir, hay una clara desconexión entre lo que piensa el gobierno y lo que siente el pueblo.
La universidad no es una isla ni un gasto. Es una inversión en ciudadanía, en innovación, en movilidad social. De sus aulas salieron miles de médicas y médicos que sostuvieron el sistema de salud en la pandemia, científicas y científicos que desarrollaron kits de diagnóstico, profesionales que sostienen la educación, la industria y la justicia en todo el país. ¿Qué proyecto de país puede sobrevivir si da la espalda a su sistema universitario?
La lucha actual no es corporativa. Es colectiva. Es de toda la sociedad. Y lo que está en juego no es solamente un salario o un edificio, sino el derecho a imaginar un futuro donde el saber no sea un privilegio, sino un bien común. Por eso, el paro universitario es también un acto de dignidad. Una trinchera que resiste.
Palabras de Oscar Alpa, presidente del CIN- Gentileza periodista Andrea Romero, Radio Universidad de Bahía Blanca