Lucrecia Perez Campos: La Ventana, intuición, pasión y un modo de militar desde la cultura

El viernes pasado, el auditorio Rodolfo Walsh de la Facultad de Ciencias de la Educación se colmó de emociones y reencuentros. Allí se presentó el libro que reúne testimonios, memorias y documentos sobre La Ventana, aquel mítico grupo cultural que, en los albores de la democracia, sacudió a Paraná con teatro, música, militancia y organización colectiva. El trabajo, compilado por Lucrecia Pérez Campos y Gerardo Dayub, pone en palabras la experiencia de una generación que, con apenas veinte años, entendió que la cultura podía ser un acto político.

En diálogo con Y de repente la noche, Lucrecia, licenciada en Comunicación Social, docente e integrante de aquel colectivo, repasa la experiencia y la resonancia de ese tiempo que hoy vuelve a hacerse presente.

—Para quienes no conocieron esa experiencia, ¿qué fue La Ventana?

—Estamos hablando de más de 40 años atrás, en plena recuperación democrática. Teníamos 18, 20, 25 años a lo sumo. Fue un nacimiento a la política, a la democracia, a la discusión. Y nos reunimos detrás del placer por la cultura: el teatro, la música, las manifestaciones artísticas. Todo eso atravesado por la efervescencia política del momento.

La casa paterna de los Dayub, en calle Libertad, fue nuestra usina. Allí nos encontramos con Raúl y Mauricio Dayub, Jumi Rodríguez Paz, Ricardo Leis, Carolina Avellaneda, Huerto Remedi, el “Gordo” Bacaluzzo, el “Lobo” del Castillo y muchos más. Mauricio siempre dice que éramos “un grupo de desaforados que no sabían nada”. Y sí, era así, pero con un estado pasional y con muchas ganas de aprender.

—¿Qué hacían concretamente?

—Lo que hoy llamaríamos una productora. En ese momento era un esfuerzo enorme para traer el teatro que queríamos ver: grupos de Buenos Aires, de Santa Fe, obras que nos conmovieran. La primera fue Hablemos a calzón quitado, con el Tata Dayub, en la Biblioteca Popular. Dos funciones repletas en esa sala maravillosa que hoy está clausurada y debería ser restaurada.

Después vino el grupo Vasudeva y tantas otras puestas. Lo que nos movía era hacer la cultura que necesitábamos, la que queríamos escuchar: teatro independiente con mensaje, con discusión política.

Y además estaba La Ventanita, una proyección comunitaria en el barrio Belgrano, la pasarela y la Escuela Mitre. Allí organizábamos sábados con música, arte, apoyo escolar. Fue una experiencia increíble de trabajo barrial, con muchos compañeros y compañeras que hoy siguen en la cultura o en la música.

—El libro se titula De la intuición a la gestión cultural. ¿Cómo fue ese pasaje?

—Lo que hicimos fue absolutamente intuitivo, pasional. Pero si lo miramos 30 o 40 años después, nos damos cuenta de que ahí estaban las herramientas de la gestión cultural: planificar, debatir, proponer objetivos, evaluar lo que hacíamos.

Hoy eso es una carrera universitaria, un oficio profesionalizado que en nuestra Facultad se dicta hace más de diez años. Y fue Gerardo Dayub uno de los impulsores de esa carrera. Lo que nosotros aprendimos en la práctica, a los golpes, después se transformó en un saber académico necesario.

—¿Qué criterios tuvieron para seleccionar testimonios y armar el libro?

—Primero provocamos un encuentro, en 2021, todavía en pandemia. Nos reunimos a almorzar, grabamos largas conversaciones y de allí surgió el material. Los ejes fueron claros: los orígenes de La Ventana, la motivación de armar una agrupación cultural en 1984, la Ventanita, el grupo de teatro, el trabajo en equipo, la financiación (no teníamos un peso, cada obra servía para bancar la próxima).

También trabajamos sobre el final, la disolución, los motivos por los que duró lo que duró. Nunca pretendimos institucionalizarnos, pero lo colectivo siempre fue la clave.

—¿Qué continuidades viste en el encuentro de la semana pasada?

—Fue muy emocionante porque no se trató solo de nostalgia. Nos reencontramos como jóvenes militantes que apostaban por la cultura y hoy seguimos en eso, de diferentes maneras. Muchos de nosotros hicimos carrera artística, en la comunicación, en la gestión. Y lo que podemos transmitir a las nuevas generaciones es que todo eso nació de la grupalidad, del trabajo colectivo, del hacer sin esperar demasiado.

Ver a nuestros hijos hoy militando, con sus propias luchas, también nos llena de esperanza.

—En aquel entonces, ustedes exigían políticas culturales al Estado.

—Sí, me acuerdo que hasta le exigimos al intendente Varisco que nombrara un director de Cultura. Estábamos muy atentos, nos metíamos, pedíamos, acompañábamos. Hoy hay políticas públicas más consolidadas, institutos, programas, pero igual sigue siendo clave estar, acompañar, ser público unos de otros.

La solidaridad entre grupos, el ir a ver lo que hacen los demás, el aplaudirnos mutuamente, sigue siendo fundamental. En ese sentido, la enseñanza de La Ventana es clara: lo colectivo es siempre el camino.

La presentación del libro no fue solo un homenaje al pasado. Fue también un acto de futuro: un recordatorio de que la cultura, cuando se hace desde la pasión y el compromiso, puede abrir ventanas que permanecen abiertas por décadas.

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