Por Sandra Miguez
Un escándalo de alcance nacional se produjo después que Periodistas Feministas de Entre Ríos denunciáramos la difusión de un spot publicitario en el que se recrea el secuestro de una mujer y su eliminación en una bolsa de consorcio. La pieza, perteneciente a la empresa Shell Crespo de Erich Wagner y Cía S.R.L., provocó un fuerte rechazo social y la intervención de la justicia.
A partir de la denuncia formal del grupo de Periodistas Feministas de Entre Ríos presentada ante el Observatorio de Violencia de Género del Superior Tribunal de Justicia de la provincia (STJER), tomó intervención la jueza de Paz de Crespo, Vanesa Visconti, quien dispuso medidas en el marco de la investigación.
“Consideramos que dicho material hace apología de un delito y es claramente un hecho de violencia mediática y simbólica de género”, se expresó en el comunicado.
Contexto: un femicidio cada 27 horas
En un país en donde la violencia provoca un femicidio cada 27 horas, el tema de la violencia simbólica y mediática no es menor. En el marco de la Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres, la violencia simbólica se manifiesta a través de mensajes, valores, íconos o signos que reproducen desigualdades y relaciones de dominación. El tema adquiere una particular resonancia cuando se difunde en los distintos medios, plataformas y redes sociales, donde esas representaciones circulan masivamente, legitimando la discriminación, la cosificación, la violencia, como si se tratara de algo normal, natural o de moda, cuando se pretende justificar como una “tendencia”.
“El mensaje del spot en redes de esta empresa es claro: esgrime la violencia como recurso de eliminación de las mujeres”, advirtieron las periodistas.
El repudio cobra aún más fuerza cuando se piensa que la escena recreada en el spot, una mujer secuestrada y luego arrojada en una bolsa de consorcio, no es ficción ni exageración creativa: es la realidad de cientos de mujeres asesinadas en Argentina. Desde el caso de Ángeles Rawson en 2013, hasta tantos otros femicidios donde los cuerpos fueron descartados como desechos, el mensaje publicitario no solo resulta ofensivo, sino que revive un dolor social latente. Cada una de esas imágenes que circulan como recurso “publicitario” recuerda la brutalidad de las desapariciones y asesinatos que siguen marcando la historia reciente del país.
Responsabilidad empresarial
El repudio no apunta únicamente a la persona que produjo el video, sino a la empresa que lo difundió en sus canales oficiales. La omisión de protocolos de control interno permitió que un mensaje de apología de la violencia se publicara como parte de su estrategia de marketing.
“Lamentamos profundamente que una empresa como ésta, para tratar de atraer la atención de consumidores, utilice un recurso en el cual se fortalece el mensaje de la violencia de género”, remarcaron desde el colectivo feminista.
El hecho pone sobre la mesa la necesidad de revisar de manera urgente los mecanismos de supervisión de contenidos publicitarios. La normativa vigente en Argentina establece la obligación de garantizar que los mensajes no refuercen estereotipos ni promuevan violencia de género. Sin embargo, este caso demuestra que las regulaciones se incumplen sin consecuencias claras.
Más que un trending
Aunque el video fue retirado tras el repudio de las periodistas, el impacto social ya estaba hecho. No se trata de un episodio aislado ni de un simple trending en redes sociales: el mensaje reproduce de forma directa los mecanismos simbólicos que sostienen las violencias materiales. La cosificación y la eliminación de las mujeres como objeto de consumo publicitario no es un “desliz creativo”: es parte de la cultura que termina “naturalizando” la violencia de género.
“Reiteramos nuestro total repudio hacia la empresa mencionada y nos solidarizamos con mujeres y diversidades que nos vemos una vez más como objeto de la violencia simbólica y mediática”, concluye el comunicado.
El caso de Crespo exhibe con crudeza un problema estructural: mientras las distintas formas de violencia contra las mujeres y las disidencias crece, todavía hay empresas, medios, redes, plataformas y personajes que creen que la violencia es un recurso de marketing. La justicia, los organismos de control y la sociedad tienen la obligación de dar una señal clara: la violencia de género no vende, lesiona, mata.