Una crónica para analizar el 8M
María Eugenia Sarli escribe para #YDRLN esta crónica sobre lo que se vivió el 8 de Marzo, cuando mujeres, lesbianas, travestis y trans y toda la comunidad a favor de las vidas libres de violencia salieron a las calles a expresarse contra las políticas fascistas y neocolonialistas.
María Eugenia es Comunicadora Social. Productora de la columna radial Trinchera Feminista, de la Asamblea de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries de Paraná e integrante de la Red de Comunicadores del Mercosur.
La marcha de este 8 de marzo comenzó temprano, con una primera interpelación del colectivo de la Marcha del Orgullo el 1 de febrero, en respuesta al discurso del presidente Javier Milei en Davos. Desde allí hubo continuidad de encuentros y reuniones, donde fueron confluyendo la Asamblea de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries de Paraná, junto a la Asamblea Antifacista y la Multisectorial de Mujeres Entrerrianas. Se definió que el 7 y 8 de marzo debían organizarse como dos jornadas hermanadas en la lucha.
Y aquí estamos. Son las 17 horas del sábado 8 de marzo. Plaza Primero de Mayo de Paraná. Hace apenas dos horas dejó de llover. Bajo del vehículo los carteles que ayer construímos y los agrupo por colores. Abajo la casta judicial; Con las viejas no, No es amor, es trabajo no pago; Milei = Frigerio, alianza facho patriarcal; El recorte a salud es muerte; La Educación Sexual Integral salva vidas; son algunas de las frases que pueden leerse. La camioneta de tránsito municipal con un grupo de inspectores ya se preparan para su tarea.
Me encuentro con Lucy y nos mudamos a la esquina. Carteles, banderas, pecheras y tiras de friselina para las compañeras de los cortes de calle y seguridad, bandera de arrastre, y botellas de agua; van conformando el campamento provisorio que será la referencia para buscar material y coordinar acciones.
Las compañeras de Salud Mental y la Revuelta de las Viejas, que armaron una grupa para conformar una batucada, se maquillan y preparan los instrumentos. Mas allá, un grupo de estudiantes despliega sus banderas y pancartas, un grupo de gurisas con mate y mochilas, otro grupo mas grande haciendo ronda y conversando. El lateral de la plaza frente a la catedral se va poblando, con mujeres e identidades feminizadas, todas y todes con sus
propios carteles, sus pañuelos y banderas, sus rostros pintados; repartiendo abrazos, besos, conversaciones.
La columna se va ordenando, teniendo en cuenta los acuerdos hechos con anterioridad. Cada tanto alguien señala que los grupos que marchan con varones e identidades masculinas van a lo último. Es parte de contar con un espacio cuidado para les y las mujeres que han sufrido violencia.
Recorro los grupos micrófono en mano, tomando testimonios. La pregunta es simple ¿por qué marchás? ¿con quién venis o como te organizas?. Las respuestas son múltiples. Una mujer me cuenta que este año comenzó a trabajar en la justicia, en casos de abuso sexual, y comenta que contra todo lo que se dice “no hay ninguna denuncia falsa”. Por eso hoy vino con una amiga, que ya venía desde hace rato. A unos pasos de allí, tres jóvenes comparten el mate, dos de ellas, una de 19 y otra de 16, fueron abusadas sexualmente. Una de ellas se quiebra al hablar, apago el micrófono. Es su primera vez en una marcha. Dice que su mamá no le cree y que el tipo se le ríe en la cara.
Me quiere dar detalles y mientras la abrazo le digo que no hace falta, que nosotras si le creemos. La amiga dice que viene por ella, pero también por las que ya no están. La tercera las conoció aquí, intercambiando galletitas por mate, “vengo para gritar y para no sentirme sola. A compartir”, me cuenta. En un grupo de tres hermanas la mayor toma la palabra, con 19 años hace 5 que viene a las marchas, “cuando Fátima (Acevedo) viste, porque yo la conocía”. Las hermanas son
mellizas, tienen 15, y hace 3 que vienen a las marchas, hoy estaban ansiosas por venir, aún a pesar de la lluvia, dicen que acá encuentran muchas de sus amigas. Otro grupo de hermanas, mas numeroso, hace 6 años que vienen a las marchas, “cada una con sus historias”, me dice una de ellas. “Venimos porque es un movimiento que defiende nuestros ideales”, afirma, y cuenta que la mamá viene desde el año pasado, porque antes no pensaba como ellas, pero que conversando la fueron convenciendo. Hoy pensaban venir igual, aunque lloviera.
Se reiteran grupos, de hermanas, de madres e hijas, de tías y sobrinas; de amigas de la escuela o de la facu; de muchas que vienen con su organización barrial, partidaria, del gremio o la universidad, de grupalidades del arte o del trabajo. En cada grupo hay preparación los días previos, de carteles y remeras pensando frases que interpelen, con charlas sobre diferentes temas, con la organización del traslado en grupo hasta la plaza, pintándose el rostro para ponerse “lindas” y marchar con orgullo. Cuidar los derechos que tenemos y reclamar por los que faltan, para no callarnos mas, para gritarle al presidente que acá estamos, para decir que nos siguen matando; son otras de las razones que se esgrimen para marchar. Se prende la bengala, comienza el canto y la caminata. Al frente la bandera de arrastre sostenida por los cuerpos de nuestras compañeras dice: “Al odio fascista, furia feminista”. Agostina levanta el cartel de Lina Londero, esa compañera que despedimos hace poco y que sigue marchando con nosotras. Avanza la columna gritando a su paso que ahora estamos juntas, que Mile es facho y liberal, que no dejemos de luchar, que a los femicidas los cuida la policía y la justicia, que vivas nos queremos y que si nos tocan los derechos “que quilombo se va a armar”.
Al llegar a plaza Mansilla, cada una vuelve a su tarea. Mientras se ordenan los cuerpos en el espacio y se despliegan pancartas y carteles, las compañeras arengan desde el micrófono y van nombrando a algunas de las que ya no están, algunas sobre las que todavía no se ha hecho justicia, a una compañera protagonista del Cordobazo que nos acompaña en esta oportunidad. Se leen adhesiones mientras se van entreverando las que tiene que leer el documento, que esta vez tendrá solo 9 oradoras y que se propone ser la intervención cultural misma.
Comienza la lectura y se conforma el escenario. Al frente la bandera de arrastre, luego las oradoras, detrás las compañeras con diferentes carteles. La batucada se forma detrás de los carteles y los policías corren a franquear la puerta de Casa de Gobierno, pero no hay intención de entrar. En algunas partes del documento, hay aplausos y gritos que subrayan el énfasis de las oradoras. Se dice y vitorea, que ningún recorte fue para la casta, que parar la olla no sea un privilegio, que el Iosper pague a tiempo a acompañantes terapéuticos, que trabajadoras no sean la variable de ajuste, como en Granja Tres Arroyos.
Se exige una vida digna con agua potable para los barrios de Paraná, un sistema de justicia que no sea patriarcal, mas presupuesto para las políticas de género, el cumplimiento del cupo laboral Trava trans en la provincia y la municipalidad, Ley de Emergencia en Violencia de Género. Se pide un freno a los discursos y acciones de odio, al abuso policial en los barrios, a la represión a jubiladas, a la estigmatización de personas con discapacidad, al recorte en políticas de salud, a la fumigación de los pueblos. La arenga termina, con bengalas y la batucada saliendo a escena, reiterando en esa fuerza y energía del canto y el baile que acá
estamos, como siempre hemos estado; que no nos fuimos ni nos vamos, porque la calle es nuestra; que no somos mansas, pero tampoco violentas; que esta es nuestra furia ante el odio facista, una furia para expresar, combartir, abrazar; una furia feminista.
María Eugenia “Koka” Sarli.
